«El Jubileo es cultura». Hasta el 23 de junio en San Marcello al Corso el «Cristo» de Dalí

14 mayo 2024

 

«El Cristo de Salvador Dalí ha conquistado el mundo. Para nosotros es una alegría poder pensar que muchos turistas y muchos romanos podrán venir a contemplar esta obra porque la belleza verdaderamente permite vivir mejor», ha subrayado el Pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización, S.E. Mons. Rino Fisichella, ayer en la inauguración de la Muestra «El Cristo de Dalí en Roma». Más de 2.300 personas han asistido al acto de inauguración de la exposición en la iglesia de San Marcello al Corso, en Roma, etapa de gran relevancia de la iniciativa «El Jubileo es cultura», en preparación para el Año Santo.

 

En la iglesia romana, del 13 de mayo al 23 de junio, se expone el célebre «Cristo de San Juan de la Cruz», obra del pintor español, por primera vez junto al dibujo-reliquia en tinta sobre papel de San Juan de la Cruz, en el que Dalí se inspiró para su obra maestra. «Las dos obras - explica Mons. Fisichella - se han reunido intencionalmente no sólo para dar originalidad al evento, que se vuelve único, sino sobre todo para hacer comprender cómo la belleza encuentra su expresión más profunda cuando logra llevar a la contemplación de Dios. Quien ha tenido una experiencia mística, un encuentro particular con Dios, se convierte entonces en fuente de inspiración para otra belleza. Donde hay belleza, de hecho, se vive bien, porque el alma es inspirada a ir más allá».

 

Siendo un evento espiritual, explica el obispo, el Jubileo «también asume las características de la cultura. Por este motivo, tras la publicación de la Bula de Convocación del Año Santo, titulada Spes non confundit, por parte del Papa Francisco, hemos querido organizar este momento importante también para la ciudad de Roma. La experiencia jubilar, por tanto, se convierte en una “puerta de la esperanza”, y esperamos que quienes atraviesen la puerta de entrada de San Marcello, al contemplar el crucifijo, puedan encontrar verdaderamente la Esperanza de la cual tenemos necesidad en particular en este período».

 

A continuación, el padre Alessio Geretti, curador de la Muestra, tomó la palabra para presentar la explicación artística de las obras. «Dalí quiso transmitirnos la certeza de que, mientras los acontecimientos de este mundo trastornan nuestras vidas, la cruz de Cristo, nuestra esperanza, es un punto de referencia sólido al que siempre podemos volver». En la parte inferior se ven tres figuras. La tercera, que es la más evanescente, «nos resume a todos nosotros que, con una cesta al hombro, con el pescado obtenido de los pescadores, vamos a casa a dar de comer a alguien. Lo mismo ocurre cuando podemos contemplar una obra: experimentamos que tenemos algo que podemos transmitir a los demás».

 

Sin embargo, lo primero que impacta es, sin duda, el crucifijo. «La mirada se eleva y se encuentra inmersa en una espesa oscuridad, que en parte representa las tinieblas en las que el Verbo se hizo carne para luego convertirse en luz del mundo. Pero también es la oscuridad del primer momento de la Creación, cuando el espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas y la luz aún no existía». El Cristo, que se ve suspendido en medio de la oscuridad, «nos hace percibir una sensación de desorientación: sin duda, porque flota en el vacío en una perspectiva audaz e insólita, que no se puede comparar con ninguna otra imagen célebre de Cristo en la cruz». Jesús está representado desde arriba, casi como si el pintor quisiera mostrarlo y ocultarlo al mismo tiempo. «Ni siquiera es posible vislumbrar el rostro del Redentor y entender si está vivo o ya ha muerto. Lo que nos sorprende es que no encontramos en Él ninguna señal de dolor físico, ni la corona de espinas, ni los clavos. No hay nada escrito en el cartel colocado sobre su cabeza, lo que quizás pueda sugerir que, en el fondo, todos nosotros hemos escrito en esa hoja».

 

Además, al observar atentamente, no puede dejar de impactar la perspectiva, «que no sólo es atrevida, sino incluso puede ser considerada equivocada». Equivocada «porque en la misma imagen conviven dos puntos de fuga de perspectiva, imposibles en una misma visión. Porque Cristo presupone una visión desde el zenit, mientras el paisaje, desde el azimut. No es el primero en introducir dos puntos de vista incompatibles en un mismo cuadro. Era lo que hacían desde hacía algún tiempo los maestros del cubismo, que no habían inventado la descomposición angular de las figuras para complicar las imágenes, sino para recordarnos que la realidad es más compleja de lo que podría parecer a una única mirada. Dalí adopta este método sin esta marcada fragmentación, haciendo que las dos perspectivas ópticamente incompatibles coexistan en perfecta armonía».

 

El efecto resultante, continúa el curador, «es de tal armonía que no nos molesta, como si Dalí nos dijera que en la perspectiva cristiana la mirada divina y la humana pueden encontrar la manera de unirse serenamente. De hecho, debemos hablar de una mirada divina, porque Cristo es visto desde lo alto por el Padre. Como si el Padre nos mostrara a su Hijo tal como lo ha visto Él, suspendido en las tinieblas de este mundo para darle ese destello de luz y salvación. En esto Dalí está en deuda con el «Cristo» de San Juan de la Cruz. De hecho, en 1948 el artista español visitó el Monasterio de la Encarnación de Ávila. Precisamente allí tuvo la oportunidad de ver el pequeñísimo dibujo-reliquia que hemos expuesto aquí en San Marcello, y que nunca ha salido del monasterio. Las dos imágenes estuvieron juntas sólo en la mente de Dalí, pero físicamente nunca se habían encontrado hasta hoy. El encuentro con esa imagen impactó a Dalí hasta el punto de inspirar su obra maestra. Como si, en el boceto del santo, nacido de su experiencia mística, Dalí hubiera percibido que en Cristo crucificado reside la esperanza para todas las noches más oscuras de la vida y del mundo».

 

La Muestra «El Cristo de Dalí en Roma» se puede visitar todos los días, hasta el 23 de junio, de las 8.00 a las 20.00, en horario continuado y con entrada gratuita, en la iglesia de San Marcello al Corso, en Roma.