El Papa León XIV a los deportistas ayer: «El deporte puede ayudarnos a encontrar a Dios Trinidad»

16 junio 2025

«Y hoy, mientras celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad - ha subrayado el Papa León XIV en su homilía durante la Santa Misa de ayer por la mañana en la Basílica de San Pedro -, estamos viviendo el Jubileo del Deporte. El binomio Trinidad-deporte no es precisamente habitual, sin embargo, la asociación no es absurda. De hecho, toda buena actividad humana lleva consigo un reflejo de la belleza de Dios, y sin duda el deporte es una de ellas. Después de todo, Dios no es estático, no está cerrado en sí mismo. Es comunión, relación viva entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que se abre a la humanidad y al mundo. La teología llama a esta realidad pericoresis, es decir, “danza”: una danza de amor recíproco. Es de este dinamismo divino de donde brota la vida».

Ayer, Domingo de la Santísima Trinidad, estaban presentes en la Basílica miles de niños, jóvenes y adultos apasionados por el deporte, que han venido a Roma de todo el mundo para participar en el evento jubilar dedicado a ellos. «Es por eso que el deporte puede ayudarnos a encontrar a Dios Trinidad: porque requiere un movimiento del yo hacia el otro, ciertamente exterior, pero también y sobre todo interior. Sin esto, se reduce a una estéril competencia de egoísmos», ha añadido el Santo Padre. «Pensemos en una expresión que, en italiano, se utiliza habitualmente para animar a los atletas durante las competiciones: los espectadores gritan: “Dai!” [en español “¡Dale!”]. Quizás no nos damos cuenta, pero es un imperativo precioso; es el imperativo del verbo “dar”. Y esto nos puede hacer reflexionar: no se trata solo de dar una prestación física, quizá extraordinaria, sino de darse uno mismo, de “jugársela”. Se trata de entregarse por los demás - por el propio crecimiento, por los aficionados, por los seres queridos, por los entrenadores, por los colaboradores, por el público, incluso por los adversarios – y, si se es verdaderamente deportista, esto vale independientemente del resultado».

Luego, el Papa ha recordado tres aspectos que hacen del deporte, hoy en día, «un medio valioso para la formación humana y cristiana». «En primer lugar - ha dicho -, en una sociedad marcada por la soledad, (...) el deporte enseña el valor de la colaboración, de caminar juntos, de ese compartir que, como hemos dicho, está en el corazón mismo de la vida de Dios (...).En segundo lugar, en una sociedad cada vez más digital, en la que las tecnologías, aunque acercan a personas lejanas, a menudo alejan a quienes están cerca, el deporte valora la concreción de estar juntos, el sentido del cuerpo, del espacio, del esfuerzo, del tiempo real. Así, frente a la tentación de huir a mundos virtuales, ayuda a mantener un contacto saludable con la naturaleza y con la vida concreta, único lugar en el que se ejerce el amor. En tercer lugar, en una sociedad competitiva, donde parece que sólo los fuertes y los ganadores merecen vivir, el deporte también enseña a perder, poniendo a prueba al hombre, en el arte de la derrota,

con una de las verdades más profundas de su condición: la fragilidad, el límite, la imperfección».

In Basilica ieri, per la Domenica della Santissima Trinità, erano presenti migliaia di bambini, giovani e adulti appassionati di sport, arrivati a Roma da tutto il mondo per l’evento giubilare dedicato a loro. «Ecco perché lo sport può aiutarci a incontrare Dio Trinità: perché richiede un movimento dell’io verso l’altro, certamente esteriore, ma anche e soprattutto interiore. Senza questo, si riduce a una sterile competizione di egoismi», ha aggiunto il Santo Padre. «Pensiamo a un’espressione che, nella lingua italiana, si usa comunemente per incitare gli atleti durante le gare: gli spettatori gridano: «Dai!». Forse non ci facciamo caso, ma è un imperativo bellissimo: è l’imperativo del verbo “dare”. E questo può farci riflettere: non si tratta solo di dare una prestazione fisica, magari straordinaria, ma di dare sé stessi, di “giocarsi”. Si tratta di darsi per gli altri – per la propria crescita, per i sostenitori, per i propri cari, per gli allenatori, per i collaboratori, per il pubblico, anche per gli avversari – e, se si è veramente sportivi, questo vale al di là del risultato».

Il Papa ha poi ricordato tre aspetti che rendono lo sport, oggi, «un mezzo prezioso di formazione umana e cristiana». «In primo luogo, in una società segnata dalla solitudine, (...) lo sport insegna il valore della collaborazione, del camminare insieme, di quel condividere che, come abbiamo detto, è al cuore stesso della vita di Dio (...). - ha detto - In secondo luogo, in una società sempre più digitale, in cui le tecnologie, pur avvicinando persone lontane, spesso allontanano chi sta vicino, lo sport valorizza la concretezza dello stare insieme, il senso del corpo, dello spazio, della fatica, del tempo reale. Così, contro la tentazione di fuggire in mondi virtuali, esso aiuta a mantenere un sano contatto con la natura e con la vita concreta, luogo in cui solo si esercita l’amore. In terzo luogo, in una società competitiva, dove sembra che solo i forti e i vincenti meritino di vivere, lo sport insegna anche a perdere, mettendo l’uomo a confronto, nell’arte della sconfitta, con una delle verità più profonde della sua condizione: la fragilità, il limite, l’imperfezione».